Relatos sobre Aldebarán IV

3ra Sesión de Ardan-El en Aldebarán IV

Médium: Jorge Olguín

 

Entidad: Ardan-El

 

Me encuentro gozoso, de nuevo aquí reunido con vosotros. Para completar el relato, en este extraño planeta llamado Umbro, al que vosotros denomináis Aldebarán IV.


Regresaba de una jornada, montado en mi hoyuman. Habiendo aceptado la sugerencia de Hyrax, no montaba más los gromodans, que verdaderamente eran incómodos para los poblados, aunque sí muy útiles para el desierto.


Cené algo frutal, me saqué las botas, dejé un puñal cerca mío y me acosté. Me jacto de tener un oído fino, pero no escuché nada. Cuando percibo una sombra cerca mío y estoy por coger mi puñal, una mano me tapa la boca y siento un filo en mi garganta.


- Arndix-, una voz de mujer, -que presa fácil que eres... mira si fuese una asesina por encargo...


Afloja la tensión y le digo:


- Hyrax, verdaderamente me has sorprendido... creo que debe ser la primera vez en mi vida que alguien me sorprende así.


- Bueno, supongo que no todo es mérito mío  Arndix. Habrás estado cansado de cabalgar todo el día.


- ¿Y tú cómo sabes?, ¿me has seguido?- le pregunté.

- No, bastaba ver a tu hoyuman, transpirado, bufando, largando espuma por la boca, saciando su sed en el abrevadero, pero vi que no lo dejaste así. Te tomaste el trabajo de traerle un fardo, de cepillarlo. Cuidas de tus animales.

- Si, por supuesto. Eso es innato, creo que es innato en todos.

- ¿En todos? La horda que acompaña a Borius revienta a sus animales galopando cientos de líneas y mata a la gente como si tú mataras insectos.

- Bueno, presumo que vienes a hacer el amor y luego te marchas como de costumbre.

- Equivocado Arndix, te vengo a buscar.

- ¿A buscar?, ¿a buscar, para qué?.

- Para que me acompañes.

- Tengo mi cabalgadura cansada.

- No te preocupes, traje otro hoyuman, un hoyuman oscuro. Verdaderamente el color blanco en tu hoyuman... no sé, no me parece.

Me puse las botas e intrigado la seguí. Salimos a la luz de las estrellas, miré al satélite, que era similar a la luna de Sol 3. Cabalgamos en la oscuridad, alejándonos del poblado, líneas y líneas y líneas. Llegamos a un castillo derruido, pasamos ese castillo, que debería de tener cientos de rotaciones estelares, no había un alma obviamente y seguimos trotando sobre nuestras monturas y llegamos a una especie de templo, que aparentemente alguien lo atendía, porque habían varias velas encendidas a los costados, parecía un lugar tétrico, se veían imágenes a los costados que nunca había visto, y le pregunté en voz baja.


- ¿A quién representan?

- Son nuestro antiguos. Este es un templo de los oscuros.

 

- Está bien-, le dije, - Hyrax, no está en esta región toda tu raza?

Me miró con ojos de hielo, como casi siempre, y me dijo:


- Tu supones que cada raza tiene una región y que no podemos salir de esos límites, o sea que, ¿hay límites?

- No. Hoy estás como muy poco receptiva a los comentarios o ¿algo pasó que te pone reactiva?.

- No. Estoy reactiva varias rotaciones atrás, desde que sé que desconfías de mí... porque creo que en una relación de pareja, tiene que haber por sobre todas las cosas confianza, aun por encima del diálogo, aun por encima de la intimidad.

- ¡Ah! ¿Ahora somos pareja? Éramos amigos, luego me dijiste que sentías algo por mí, pero la palabra ¿pareja?. Entiendo de que una pareja convive, no que un día la mujer se va montada en un hoyuman y desaparece por varias rotaciones.

Pero no me contestó. Ella estaba contemplando como una transparencia, una transparencia que habían logrado distintos artesanos, muy similar al vidrio de Sol 3, y sobre esos vidrios, llamémosle así, había imágenes de los antiguos oscuros. Yo era guerrero, nada me asustaba, mas teniendo mi espada curva, pero sé que más de uno en el poblado, se hubiera impresionado por el lugar, porque habían figuras tenebrosas, incluso le pregunté:


- Veo en algunas transparencias, figuras que no existen.


Me mira con sorna, y no ironicamente, sino con sarcasmo. Me dice:


- Así que tú crees saberlo todo.


- No, por eso te pregunto... dime que son esas figuras.


- Son criaturas de la región de los Apartados. Los Apartados sin seres como tú, como yo, con rostros quizás no tan agradables a nuestra vista, que viven muy al Sur del continente.


- ¿Son como los seres que viven en la nieve del Norte?.


- No, son absolutamente distintos...

- Bien, estás hablando de seres como nosotros, pero yo te pregunto por las criaturas que están pintadas o talladas.

- Son criaturas que viven en la región de los Apartados. Me imagino que para ti, Arndix, son monstruos.

- No prejuzgues. Obviamente no estoy acostumbrado a ese tipo de seres.


- Bueno, en el Norte hay hombres alados y hay reptiles que vuelan y echan vapor, que te pueden desfigurar... tampoco son agradables.


- No, pero uno se acostumbra al verlos y cuando uno se acostumbra a algo le parece normal.


Me toma de la solapa, acerca su ojos a los míos y me dice:


- ¿Y tú te acostumbrarías a mí?.

- No. No en el sentido que le quieres dar a la frase, porque eres impredecible y nadie se acostumbra a lo impredecible.

- ¿Y qué te parece este templo? ¿Te causa repulsión, te desagrada?.

- No, todo lo contrario... me parece misterioso, nuevo, distinto, raro.

- ¿Pero...?

- No, no, no... me agrada.

Y me quedé, extasiado, mirando. Tenía un sistema de ventilación a los costados, como con rejillas y el estilo de la arquitectura, si se podría llamar así, era lo que en Sol 3 sería gótico.

Hyrax se sentó. Reinó el silencio, me senté cerca de ella y me quedé con la mente en blanco, pasó el tiempo...


- Y ahora, ¿Harás agluna meditación?- le pregunté.

- No, simplemente quería mostrarte el lugar donde yo estoy cuando tú dices que yo desaparezco.

- O sea, me despiertas, con un cuchillo en la garganta, me dices que te acompañe, volvemos y luego te vas. ¿Donde está la gente de tu raza? Porque veo que estamos solos...

 

 

-Este no es el único templo en la región...

 

 

-Me hubiera gustado estar contigo.

- Y a mí, Arndix, me gustaría que cultivaras la paciencia.

No dije nada, no tenía sentido. Me dió la espalda y se quedó un rato largo pensativa...

 

Hyrax

Luego me dejó su hoyuman negro y se marchó, sin mirar atrás.

Yo volví al poblado.

 

Muy temprano, apenas estaba saliendo la estrella, escuché un grito desgarrador, le pregunté al anciano que iba siempre a la posada.


- ¿Que pasó?.

- Degollaron a Efebio, otro de los vecinos de Lamber.

Fui corriendo, porque justamente la primera hilera era de Lamber. Ya estaba pensado lo peor...

Y cuando llegué ví a Lamber tirado, antes de llegar a la puerta de su casa. Le manaba sangre, de una herida en su pierna.


- Quise defenderme- me dijo – pero no me dieron las fuerzas. Esa figura oscura que mató a esta última víctima, alcanzó a herirme en la pierna y se marchó en su hoyuman.


Lo calcé de sus axilas y lo incorporé.... lo llevé acostándolo en un camastro. Le desgarré el pantalón y con una bebida fuerte, similares a las bebidas blancas terrestres, le volqué en la herida para desinfectar y luego le puse unas vendas. La esposa lloraba, le dije:


- Quizás sería mejor señora que ustedes también se muden.

- No- negó con la cabeza.

La que si se mudaba era la nueva viuda.


-¿Y que va a pasar con ese campo?, le pregunté.

- De eso me encargo yo- me dijo Lamber.

Cogió una bolsa de metales plateados y me dijo:


- Por favor, usted es un hombre noble, dele esto a la pobre mujer, como pago a su campo y en la cuadra hay un hoyuman robusto grisado y una pequeña carreta. Se la doy.

Quedé conmovido de la gentileza de ese hombre que en lugar de preocuparse de su herida, se fijaba en los demás. Y seguía pensando en Hyrax. Esta vez la muerte no ocurrió temprano, sino casi a la madrugada, al poco tiempo que ella me dejó. Pero, ¿cómo una mujer que va al templo y se queda orando a aquél que está más allá de las estrellas, que reverencia a los antiguos oscuros y que a su vez sea una asesina? Una mujer que te da vida y luego te desgarra el corazón. pero no una asesina... no me cabía en la cabeza como decís vosotros, no lo entendía... y me consideraba una persona medianamente inteligente, razonable, coherente, donde todas las piezas tenían que encajar, pero no, no encajaban, no encajaban.

Esa noche Hyrax llegó temprano, cenamos juntos en la posada, fuimos a mi habitación y le dije irónicamente:


- Te dignas ahora a intimar conmigo.

No sonrió... estaba seria. Y me dijo:


- Tu futuro y el mío, depende de lo que charlemos ahora.

- ¿Me estás diciendo que si no llegamos a un acuerdo nos mataremos el uno al otro?.

- Que estrecho de mente que eres, Arndix.

- Está bien, habla porque no te capto.

- Porque no tienes la mente abierta.

 

-Te escuharé con atención, mujer...

- Quiero preguntarte de corazón, mirándonos a los ojos y de acuerdo a lo que respondas, es la decisión que tomaré. ¿Tu crees que yo soy la asesina?.

Me quedé pensativo y le dije:


- Lo he pensado todo el día- , y nada me cerraba, - Y no, no lo creo, porque dentro de tu frialdad...


- Siento dentro mío la nobleza, aunque pudiera yo tener una causa para matarlos...

- No, porque no es tu estilo. Tú combates de frente. Me has tenido con tu cuchillo en mi garganta... No.

- ¿Una mínima duda?

- No.

- ¿Pero antes pensabas distinto?.

- Antes no pensaba, antes me dejaba llevar por mis impulsos. No- le dije, - no tengo la más mínima duda.

Sentí como que respiró. Su mirada se ablandó, su cuerpo se ablandó. Se recostó en el camastro, quise acercarme a ella y... me frenó con la mano.


- No, no, no, no. No es que no te quiera, creo que te amo, pero tenemos que volver a salir.

- ¿Y ahora para qué?.

- Confía en mí.

- Esta bien.


Salimos de la habitación. Fui a la cuadra a tomar los hoyumans, me tomó del brazo...


- No, nada de hoyumans. Queda todavía un granjero que está cerca del río, que se llama Terancio.

- Sí- susurré.

- Vamos para allí.


Y nos quedamos agazapados, muy cerca de la casona, donde vivía Terancio con su esposa... y vimos que en la oscuridad se acercaba una sombra, pero no era una sombra oscura, era una sombra torpe, que de repente se agachaba, tomaba un guijarro y lo lanzaba hacia la casa, tomaba otro, y lo volvía a lanzar, logrando que el granjero salga, y a la luz del satélite vi el filo de un puñal de la persona emboscada.

Hyrax me susurró en el oído:


- Ahí tienes a tu asesino, el que querías matar, al que querías hacer justicia, ahí lo tienes, el que mató a todos los granjeros.


Y sí, el grangero Terancio salió a ver de donde venían las piedras, rascándose la nuca, creyendo que no había nadie por las cercanías. Pero una sombra torpe con un puñal en la mano, se iba acercando sin hacer ruido, pero por otro lado también me acercaba yo, seguido a distancia de Hyrax. En ese momento, cuando esta sombra torpe levantó el puñal para degollar la granjero, saqué mi espada curva y la apoyé en el pecho del hombre.


- No te muevas.

En ese momento con una lámpara, similar a la de aceite terrestres, sale la mujer del granjero e ilumina la escena. Me sorprendo, se sorprende el granjero, la mujer, todos, menos Hyrax, al ver el rostro del asesino... que era Lamber.


Aprieto mi filo contra su pecho, suelta el puñal, y le pregunto:


-¿Por qué?.


Entre lágrimas me dice:


- No es ambición, con uno, con dos campos nos alcanzaba para comer y vivir bien, pero me faltaba lo que yo tenía de joven, como una especie de vértigo, que me sacudía el estómago, sentía como que mi vida no tenía sentido y el hecho de matar a esa gente me hacía sentir como nuevo. De noche podía dormir bien, a pesar de mi edad, de mi gordura, le hacía el amor a mi mujer, me sentía rejuvenecer.


- ¡Pero has matado vidas!

- Tú no puede entender, eres un caballero.

- No soy un caballero, soy un guerrero y he matado mucha gente... pero no así, no así... y luego te hacías el piadoso y a sus viudas le dabas unos metales y te quedabas con sus campos.

- No es por los campos.- dijo Lamber.


Es lo que en Sol 3, y esto lo digo yo como thetán, sería la adrenalina.


Me sentí como cuando un amigo te falla, sin bajar la espada miro al costado y veo la sorna, el rostro de burla de Hyrax, como diciéndome, -¿Has visto?

Creció mi admiración por ella, que veía mucho más que yo, mucho más allá...!

Lamber se puso de rodillas, pidió que lo matáramos.


- Yo no soy tú,- le dije, - no mato gente desarmada, no soy verdugo, soy guerrero.


Como si leyera mi pensamiento, Hyrax, le puso en su mano su espada y lo pateó, para que se parara. Por su puesto que sangraba por la herida que ¡él mismo! se había provocado para disimular, pero bueno, ya tenía un arma, y no tuve piedad, no llegó a moverse, le atravesé el pecho, sacándole el filo por la espalda y cayó como un saco roto a tierra.


Al día siguiente se corrieron las noticias en el poblado, los vecinos querían quemar la casa de Lamber, con su familia adentro. La sorpresa genuina que tuvo su familia, nos hizo comprender que ellos no sabían nada. Él les decía que lo suyo era lo lúdico, que al final del poblado había una taberna donde se jugaba con barajas a un juego de azar, y ellos obviamente le creyeron. Logramos que el poblado dejara tranquila a la familia, pero los otros campos mal habidos, fueron repartidos entre las familias más pobres del poblado.


Cuando quedamos solos le pregunté a Hyrax:


- Hagamos una conjetura, supongamos que te hubiera dicho, que seguía teniendo dudas de ti, que sospechaba que tú eras la asesina, ¿me hubieras combatido?.


- No, no me creas tan torpe, hubiéramos hecho exactamente lo mismo, te hubiera llevado exactamente al mismo lugar, y cuando hubieras constatado quien era el asesino, me hubiera marchado, con toda mi tristeza... pero ahora te doy las gracias, por no haber dudado, y si bien soy una persona, no digo nómada, pero, no me gusta estar encerrada en una casa, mi propuesta es que seamos pareja, pero con cierta libertad, a veces me gusta cambiar de comarca y no me gusta tener lastre.

Largué una carcajada.


- ¿Me consideras un gran guerrero y me dices lastre?.

- Espero que no te ofendas, no lo digo en ese sentido, pero sí, en realidad sí, pero quiero que sepas una cosa, tengo fe por aquél que está más allá de las estrellas y tengo fe en mí misma. Puedo estar una rotación satelital sin verte, pero jamás me tocaría otro hombre.

- ¿Y tú que pensarías de mí?,- le dije, - ¿tu piensas que en ese lapso, yo me abstendría de estar con otra mujer?.


- No, en eso no te creo, en eso no pongo las manos en el fuego.

- ¿Cómo?,- le dije.

- En un momento dado, siendo tú la sospechosa número uno, a lo último confié en ti de que no eras la asesina, ¿y tú no confías en que te pueda ser leal?.

- No, porque eres varón, y hay muchas zorras en los poblados que te tientan.

- ¿Y qué debo hacer para ganar tu confianza?.

- Demostrármelo.

- ¿Y cómo te enterarías si yo me acuesto con una zorra?.

- ¡Oh! No te preocupes.

- ¿Acaso eres telépata?.

- No, no soy telépata, no tengo poder como la raza de los mentos, pero me enteraría, con sólo mirarte a los ojos.

- Y antes de que partas, ¿podríamos tener una noche para nosotros?.

- Cultiva la paciencia.

- Por favor, en Doma. ¿Si un día me confundo a un gromodans con una mujer también te sería infiel?.

Largó la carcajada ella, ¿Serías capaz de poseer a un bicho lanudo?


- No, es un chiste, pero espero verte pronto... espero verte muy pronto.

Umbro es un mundo extraño, con distintas razas. Regiones donde las costumbres se asemejan a la Edad Antigua de Sol 3, en la zona Central, se asemejan a la Edad Media de Sol 3, donde no existen los caballeros andantes, pero donde sí existe el criterio de lo que es un caballero, donde hay doncellas que hacen votos de castidad y nunca se entregan a nadie, donde hay otro continente, al Oeste, poblado de indígenas, donde hay hombres voladores, donde hay seres que manejan el rayo, donde hay seres que manejan tu mente, donde en la parte Oriental, hay guerreros que manejan un sable fino, muy similar a la katana Japonesa de Sol 3, donde hay teatros en las plazas públicas. Un mundo que es tan atractivo, del que es imposible no enamorarse, eso es Umbro o Aldebarán IV, y quien les habla, Arndix, seguiría teniendo aventuras, con esa mujer bella, ardiente y fría a la vez, misteriosa, seguramente con secretos, llamada Hyrax.


Gracias por escucharme, y como dice algún excelso Maestro, hasta todo momento.

 

A Relatos de Nuria en Aldebarán IV