Relatos sobre Aldebarán IV
Vivencias de Lormo y Ligor
Interlocutor: ¿Radael?
Radael: Estoy aquí, presente, y tengo a mi lado –si bien en el plano suprafísico
no tenemos un cuerpo material como vosotros, pero es una manera de expresarme-
tengo a mi lado a Raeldan, que es otro espíritu cuyo 10% también está encarnado
en Sol 3. Y ambos hemos encarnado, causalmente, en un mismo mundo, tanto el 10%
de Raeldan como tú, 10% en un rol anterior, y ambos queremos hablar a través de
este receptáculo. Obviamente, de mi parte no creo que este decodificador se
halle
preparado para recepcionar a los dos al mismo tiempo, pero sí podemos
intercambiar impresiones, uno por vez.
Interlocutor: Está bien.
Radael: No tengo engramas, pero sí tengo situaciones de dolor, porque hasta el
propio Maestro Jesús ha dicho: -En los planos de Luz no se sufre por uno, se
sufre por el otro.
Interlocutor: ¿Esos dolores repercuten en mí como 10% tuyo?
Radael: No repercuten a nivel engrámico porque, insisto, son sufrimientos por el
otro, como todo ser de Luz que sufre por aquel que en el plano físico tiene
problemas.
Interlocutor: ¿Pero hay momentos de angustia, míos, que pueden ser a causa de
eso, ¿es posible?
Radael: Es posible, sí. Mis vivencias vienen de hace muchísimos siglos atrás. Encarnamos en un mundo llamado Umbro, que en
su zona central estaba en una eterna edad media y en la zona norte, en una edad
antigua. Mi nombre era Lormo y era explorador, pero tenía la costumbre de plamar
a dibujos todos los lugares que recorría. Era la segunda vez que encarnaba en
ese mundo, siempre como hombre.
Interlocutor: ¿Estás hablando de raza humana?, ¿estamos hablando tipo humano?
Radael: Sí, directamente homo sapiens. Y gozaba mucho estudiando lugares y los
seres que habitaban en esos sitios. A veces, en distintas barcazas, iba con algunos
acompañantes al gran océano y recorríamos otras islas buscando distintas
especies
de animales. Y me hice amigo de un joven que se había criado en el desierto,
llamado Amer. A él le gustaban mucho las plantas, montaba en unos animales
llamados gromodans -eran muy similares a los camélidos terrestres- y yo
era más grande que él, era mayor en edad y hemos hecho varias cosas juntos. Y un
día me comentó que iban a ir en varias naves a lo que llamaban el Nuevo Mundo,
un continente que quedaba al oeste. El trecho que separaba el continente este
del oeste, para que tengas una idea, es similar al que en Sol 3 separa Europa de
América.
-¿Por qué -le pregunté a Amer -van a viajar al nuevo continente?
-Porque hace bastantes revoluciones atrás –planetarias-, un guerrero llamado
Ligor ha hecho un viaje y ha descubierto un nuevo continente donde había
indígenas.
Pero a diferencia de los indígenas de Sol 3, era una raza más parecida a los
neanderthal de Sol 3 y al comienzo fueron resistidos, incluso tuvieron pequeñas
batallas hasta que este guerrero Ligor les convenció de que venían en son de paz
y confraternizó con ellos.
Pero luego hubo un nuevo viaje de un explorador llamado Umcor que fue en dos
naves, fueron como cincuenta tripulantes en las dos naves y descubrió que había
habido en alguna de las aldeas de estos indígenas una masacre. Así como en
nuestro continente este, en el norte hay nórdicos, -para que tengas una idea,
eran muy similares a vuestros vikingos- en el norte del continente oeste también
había unos nórdicos muy corpulentos que tenían una cadena de ADN homo sapiens
pero eran de una contextura mucho mayor: la mayoría medía dos metros como
mínimo.
Cuando este guerrero Ligor se enteró que esas huestes del norte querían acabar
con los indígenas, logró juntar varias naves, trajo varios mercenarios y propuso
viajar.
Y yo le dije a Amer: -Me gustaría ir con vosotros.
Y Amer me respondió: -Apenas me permiten ir a mí, pues les interesa el tema de las hierbas y
aparte, tengo conocimientos de curaciones, sé sanar problemas estomacales... ¿Tú,
a qué irías?
Le contesté: -Soy un explorador, es innato en mí y aparte, llevo
pequeños pergaminos verdes... son un tipo de hojas que saco de los árboles...
Lo que hablaba mi 10% era similar, aunque muy en bruto, al papel terrestre. Obviamente que en Umbro no existía la tecnología como para hacer papel, pero podíamos, de alguna manera, hacer croquis en esas hojas. Y esto es lo que hacía ese rol mío en Umbro.
Amer me miró fijo y comentó: -Está bien. Te llevaré donde Ligor... él decidirá si viajas o no. A propósito. ¿Por qué te pintas debajo de los ojos?
Es una costumbre familiar- respondí. Se encogió de hombros y fuímos a buscar las cabalgaduras.
Viajamos -ya no en gromodans, porque era muy incómodo en la costa viajar
en gromodans, viajamos en hoyumans, que eran cabalgaduras
similares a vuestros caballos- y llegamos al norte tras varias jornadas y ahí es
cuando conozco a Ligor. Me impresionó su juventud, su musculatura y le planteé
que quería ir en una de las naves, como para testimoniar.
Me respondió muy secamente: -Ocuparías lugar y gastarías comida. De uno de mis
bolsillos saqué un montón de metales plateados y le dije: -Mira.
Vi que su semblante cambió. –¿Darías todo esto para comestibles?
-Sí, por supuesto. Y dure lo que dure el viaje, sé que con todo esto hay
alimentos para cinco personas, ida y vuelta. Pero lo doy todo. No tengo
problemas con tal de que me llevéis.
Y empezó el viaje, que como dice un libro terrestre, fue una odisea.
¿Me permites darle paso a Raeldan?
Interlocutor: Sí, ¿cómo no?
Raeldan: Es un gusto estar nuevamente comunicado con el plano físico. No es la
primera vez que me comunico a través de este receptáculo. Mi 10%, en esa
encarnación en Umbro fue Ligor. Mi aura era tan extensa que tenía como una
especie de magnetismo en las manos al punto tal de poder despedir descargas
eléctricas, pero era de raza homo sapiens.
Cuando Lormo, tu 10% encarnado en esa vida se presentó ante mí, lo que ví fue un
estorbo y me molestó, porque me faltaban guerreros. Eran varias naves las que
llevábamos, para que te des una idea, eran naves pequeñas muy similares a
vuestras carabelas en la época que hipotéticamente se descubrió América, aunque
sabemos que fue antes. Pero cuando tu 10% me mostró que tenía metales, inmediatamente cogí su dinero y
mandé a varias personas al poblado más cercano a traer más viandas, más bebidas,
porque no nos podíamos quedar sin raciones de comida o de bebida, ya bastante
teníamos con Amer, con sus hierbas, sus pretensiones, sus cosas, y encima llevar
a un supuesto explorador que, en realidad, compró su pasaje.
Amanecer tras amanecer, guerreros vomitando... los barcos se mecían como si fueran
las cunas de los bebés, de los pequeñuelos.
Y finalmente llegamos al otro continente.
Una avanzada marchó hacia el norte, armados con hachas,
cimitarras, espadas.
Nos cruzamos con una familia de indígenas que ya me habían conocido de un viaje
anterior. Nos abrazamos. La mujer nos contó que tenían cinco niños y dos de
ellos habían muerto de fiebre.
Llegamos a apreciar a esa raza que apenas si sabían dominar el fuego. Vivían en
pequeñas chozas. No tenían poblado como en nuestro continente, pero sí llegaban a
fabricar como algunas cabañas, es como que desde el viaje anterior habían
progresado gracias a nuestra ayuda.
Voy a dar pequeños detalles de la batalla. Ramadar era un guerrero gigantesco, me enfrenté con él. Él era el jefe de las huestes del norte, pero no era de la raza de ellos, pues tenía un rostro bestial. Imponía tanto pavor que las huestes del norte acataban fielmente sus órdenes, ya que era imposible razonar con él. Y debía vencerlo para que su gente pierda los bríos al ver a su jefe derrotado. Obvio que por momentos yo me consideraba un gran guerrero, aunque sabía que conquistas pasadas no te aseguran victorias en el presente... pero no sentía miedo por mi vida, sino temor de que si a mí me pasaba algo, ¿qué sucedería luego con los indígenas? Y hay que ser honesto; en esas batallas cuerpo a cuerpo, yo era corpulento, fuerte, pero mi contrincante me llevaba casi una cabeza. Era mucho más pesado, mucho más robusto, y cada embate de él apenas podía contenerlo.
Entonces (y no era la primera vez que lo hacía), cargaba eléctricamente mi espada y
con cada embate mío, él sentía un malestar en su cuerpo, que lo iba debilitando.
Finalmente los corrimos hacia el norte. Dejamos un tendal de cadáveres. No tuve
la fortuna de acabar con la vida de esta bestia tan indigna, porque al esquivar
otro ataque a mi espalda, aprovechó para confundirse entre los suyos. Y encima, me avisaron que otras huestes, traicioneramente, habían
ido por el lado de la costa y habían quemado nuestras barcazas para que no
podamos regresar a nuestro continente.
Lo que ellos ignoraban era que yo no era tonto y teníamos más barcazas
escondidas para poder regresar. Las de adelante eran como un señuelo y no
estaban aprovisionadas. Lamentablemente, de nuestro lado, también habían quedado
muchos cadáveres...
Nunca nadie desafió mi autoridad, pero mi lugarteniente y otros me dijeron:
-Ligor, ¿valió la pena esto?, al fin y al cabo, no conocemos a los indígenas y
han muerto muchos de los nuestros.
-Vale la pena el ser útil y a veces es cierto que no medimos donde termina el
Servicio y donde empieza el sacrificio. Pero aquel que está más allá de las
estrellas, que fue quien nos dio vida, entenderá.
Le dejo paso a Radael.
Interlocutor: Hasta luego. Radael, te escucho.
Radael: Siempre sentí que uno debería hacer Servicio en forma permanente, lo que
pasa es que a veces no sabes cómo hacerlo, no sabes cómo hacerlo...
Interlocutor: Claro.
Radael: En un mundo tan atrasado como Umbro, yo había elegido explorar, conocer especies vegetales. Cuando ví por primera vez a los indígenas me asusté, eran rostros brutos. Los dibujé y era para mí como un tesoro tener los dibujos de esas familias. Uno de ellos me llamó –hablaban un lenguaje gutural- me cogió de la mano, pero me tomó de una manera suave.
Caminamos varias líneas, le avisé a
Amer que iba con uno de los indígenas, que se llamaba Or, y veo cientos de palos
clavados en tierra y me señala con uno de sus dedos. Y no sabía cómo preguntarle
y le hago gestos con mis manos diciendo: -No entiendo, no entiendo- El indígena
me señala los palos clavados en la tierra, toca uno y pone sus dos manos
cruzadas en el pecho como si estuviera durmiendo y me doy cuenta de que eran
tumbas. Así como en Sol 3 puede haber una cruz o una estrella de David, allí
había palos. Y había cientos.
Y con señas le pregunté: -¿Cómo ocurrió eso?
Y me hizo gestos de manipular un hacha, señalando al norte,
como diciendo: -Esto lo hicieron los guerreros del norte.
Sentí un tremendo dolor porque veía a una raza que estaba evolucionando, de buen
instinto, de mente –quizá- menos conceptual que la del norte, porque vi en la
costa cadáveres de guerreros del norte que las huestes de este guerrero Ligor
habían matado y no había comparación, la especie del norte era mucho más
evolucionada que los indígenas, su cráneo era igual al nuestro mientras que el
cráneo de los indígenas era como de una civilización de hace más de cincuenta
mil años de Sol 3, pero la palabra humano yo no la considero un sinónimo de homo
sapiens, esto lo estoy diciendo de manera figurativa. Sentí que eran más humanos
estos indígenas que aquellas bestias del norte.
Siento una mano pesada en mi hombro y me sobresalto y miro hacia arriba y era
Ligor.
-Has visto las tumbas. –me dice.
-Sí.
Y en instantes dibujé los montículos de tierra y los palos, como testimonio
mientras Amer recogía muestras de plantas.
Le pregunté a Ligor: -¿Qué mueve a esta gente del norte a hacer esto?
Y me respondió: -Gente como Ramadar, esa bestia guerrera, que es un asesino que mata
mujeres y niños de estos indígenas que no molestan a nadie. En nuestro
continente hay iguales o peores en el norte, como Borius, pero nosotros tenemos cómo
defendernos. Claro que también asolan aldeas, poblados, violan mujeres y niñas. Es
así el mundo.
-Sé que tú eres guerrero y tal vez no me lo puedas responder – exclamé -pero
aquel que está más allá de las estrellas, ¿por qué permite todo esto? También
han muerto muchos de los vuestros...
-Di de los nuestros –me corrigió.
-Sí, lo que pasa es que yo no me considero guerrero.
Y Ligor me dijo: -No es que el que está más allá de las estrellas permita o no
permita, tenemos opciones, podemos elegir. Si yo tuviera que elegir un medio de
vida, hace muchas revoluciones atrás, conocí a una joven, una doncella, que
había hecho votos de castidad porque estaba de dama de compañía de una princesa
y si bien he tenido intimidad con las mujeres en las tabernas, a veces me siento
solo.
-Bueno –le respondí, -yo no tengo compañera, pero me encanta explorar y
conocer lugares.
Ligor me dijo: -Ahora volveremos a nuestro continente y te mostraré en la parte
oriental algo que no conoces. Y si tú quieres, más adelante, tengo planeado ir a
la parte sur de nuestro continente donde hay unos seres que se llaman Los Apartados.
Exclamé: -Escuché hablar de ellos. Sé que tienen una muy grave enfermedad y por
eso los han apartado.
-No –me dijo, -eso fue hace generaciones atrás. Las enfermedades acaban contigo
o te fortalecen y a ti que te gusta explorar, te avisaré.
-¿Y cómo me encontrarás?
-No te preocupes. Como Ligor, tengo amigos en todos los poblados.
Volvimos en los barcos a nuestro continente. Me sentí mal todo el camino
pensando en los palos clavados en los montículos de tierra, con los ojos bañados
en lágrimas, porque sabía que la historia no había terminado, el líder no había
muerto. Los indígenas todavía no estaban a salvo y me dolía mi interior por no
poder hacer nada por ellos. Miro hacia adelante y en la proa, una espalda
gigantesca, la cabellera, la espada calzada en la cintura, me acerco. Cuando
estoy a dos pasos, Ligor se dió la vuelta: me asombré de su oído. Me preguntó:
-¿Quieres saber qué pienso?
-A eso venía.
-Pienso en los palos clavados sobre los montículos y en que Ramadar quedó vivo.
-Vaya coincidencia, yo estaba pensando en lo mismo pero a diferencia tuya yo ni
siquiera tengo la fuerza física para levantar una de vuestras espadas. ¿Harás
otro viaje?
-No lo sé –me respondió. Y seguimos rumbo a nuestro continente. No puedo decir a nuestro hogar, yo no tenía hogar, yo iba de un lado a otro y tengo entendido que Ligor, lo mismo.
Sonreía mientras miraba su pose triunfalista en la proa de la barca, quizás para
dar ánimos a los que quedábamos vivos..
Amel me preguntó: -¿Qué te pareció el viaje?
-Tengo dos respuestas –le dije. Una: Hubiera preferido no ir, me hubiera evitado
ese dolor. No me gusta ver un pueblo masacrado. Respuesta dos: Sí, valió la pena
el viaje. Tengo dibujos que los voy a dar a conocer en los distintos poblados
para que sepan que más allá del mar hay otro mundo, hay gente que ama, que
sufre, que vive, que sueña, con su pequeña mente pero sueña. ¿Sueñan los
guerreros del norte o solamente viven para sus placeres y para tomar la bebida
espumante?. Amel no me respondió. Al igual que yo, él tampoco tenía la
respuesta.
Gracias por escucharme.
Interlocutor: Hasta Luego, Radael.
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